sábado, 4 de julio de 2009

Marie Curie, mártir de la ciencia

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Hoy se cumplen 75 años de la muerte de Marie Curie. Marie Curie, nacida Marja Skłodowska en Varsovia el 7 de noviembre de 1867, murió el 4 de julio de 1934 como consecuencia de su continuada exposición a la radiación durante sus investigaciones.

Todo comenzó en 1987 con el estudio de la radiactividad de diversos minerales. Marie Curie observó que la pechblenda era cuatro veces más radiactiva que el uranio puro, y dedujo que debía contener otra sustancia más activa que el uranio. Así descubrió en 1898 el polonio y el radio. Para aislar el radio hicieron falta toneladas de pechblenda y años de trabajo, años en los que ella y su marido, Pierre Curie, sufrieron sin saberlo los efectos de la exposición a la radiación, unos evidentes, como llagas y quemaduras en los dedos, y otros no tanto, como la pérdida de peso de Marie (casi diez kilos) y los episodios de dolor y fatiga que obligaban a Pierre a guardar cama y que quizá causaron indirectamente su muerte: Pierre Curie murió atropellado por un coche de caballos en 1906. También el aborto que sufrió Marie Curie en 1903 pudo estar relacionado con la exposición a la radiación.

Aunque ya en los primeros años del siglo Pierre había estudiado los efectos nocivos del radio en los seres vivos, Marie Curie continuó trabajando sin protección. Llevaba tubos de ensayo con isótopos radiactivos en el bolsillo y los guardaba en el cajón de su escritorio. Incluso hablaba con alegría de la bonita luz verde-azulada que emitían en la oscuridad.

Durante la Primera Guerra Mundial, Marie Curie participó en la concepción de unidades quirúrgicas móviles capaces de realizar radiografías, que fueron bautizadas con el nombre de Petites Curies. Ella misma, desde que obtuvo el permiso de conducir en 1916, recorrió el frente haciendo radiografías, sin protección, a los soldados heridos.

En 1920 perdió casi completamente la vista, afectada por cataratas probablemente provocadas por la radiación. En 1925 participó en una comisión de la Academia Francesa de Medicina que recomendó el uso de pantallas de plomo y análisis periódicos de sangre para los trabajadores de las industrias que utilizaban materiales radiactivos, pero nunca llegó a creer que los investigadores estuvieran expuestos a los mismos peligros. De todos modos, seguramente para ella ya era tarde.

Su salud no dejó de deteriorarse en sus últimos años. En mayo de 1934, un ataque de gripe la obligó a guardar cama. Ya no se recuperó. Murió el 4 de julio ese mismo año por una anemia aplásica perniciosa: la médula ósea, dañada por la prolongada exposición al radio y a los rayos X, ya no era capaz de producir células sanguíneas.

Aún hoy en día, algunos de sus papeles se conservan en cajas de plomo, y para consultarlos es necesario usar ropas protectoras.

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